Del futuro posible, de la vigencia de los sueños y las utopías
El camino hasta el puerto que nos llevaría a Ganvié fue todo color: en la tierra, en los edificios y casas, en la ropa de la gente, y después en los pequeños barcos.
Quiúbole, ¿todo bien?
Hace un tiempo estaba en Malawi, en la ciudad de Salima a orillas del Lago Malawi o Niassa, como lo llaman al otro lado en Mozambique. Llevaba ya varios años trabajando en África, pero tenía aún uno de esos sueños inconfesos de niñez: la aventura africana, internarme en la jungla, como lo llamaban en las películas, y ver por mí mismo la exuberancia y el riesgo. Entonces decidí hacerlo. Me puse mis zapatos de caminar y comencé a subir el sendero que llevaba a una montaña pequeña, cerca del lago. Me sentía muy realizado y cuando empecé a mojarme de sudor, me sentía feliz, un tanto heroico. Tenía un poco de temor, por supuesto. Caminar en la montaña no era algo extraño para mí, pero hacía muchos años que no lo hacía. Iba subiendo por un sendero muy angosto y empinado; a un lado el bosque y al otro lado, en una pendiente un poco más suave, la población. De pronto, al frente mío, en el mismo sendero del ancho de una persona, veo que sale un mono blanco muy grande. Venía caminando lento y me miró con cara de enojado. Yo medí rápidamente mis posibilidades. Pensaba avanzar a paso decidido, para que el tipo se asustara y se hiciera a un lado. Sin embargo, el animal era muy alto, en cuatro patas me llegaría al pecho. No convenía provocarlo. Avancé un poquito y no vi ninguna muestra de cortesía; él también caminó. Me detuve y miré alrededor. No buscaba un arma, ni una salida. Quería saber si habría testigos, si alguien iba a poder comunicarle mi vergüenza al mundo. No había nadie, así que di un gran salto hacia el lado y comencé a correr, con la suerte de que no me caí ni nada parecido. En medio de semejante acto de cobardía salvadora, alcancé a mirar que el mono había hecho exactamente lo mismo. ¡También se asustó y también corrió, y en la misma dirección! Regresé al hotel, con la moral en el suelo y mi sueño de aventurero hecho añicos.
¿Adónde se encuentra la esperanza?
En el 2019, cuando trabajaba en Benín, un amigo libanés me invitó a hacer un viaje corto durante el sábado. Acepté, porque siempre me gusta conocer el país donde trabajo, y cuando íbamos ya en el carro me contó que iríamos a Ganvié, una ciudad que queda en el lago Nokue. Lo que yo no sabía era que la ciudad quedaba EN y no al lado del lago.
Debo decir que Benín, de los casi 20 países que conozco en África, lo considero el más colorido. Lo que en muchas partes se llama “el viernes africano” y significa que ese día la gente va a las oficinas vestida en su ropa tradicional, generalmente muy colorida, en Benín es todos los días.
El camino hasta el puerto que nos llevaría a Ganvié fue todo color: en la tierra, en los edificios y casas, en la ropa de la gente, y después en los pequeños barcos. Ahí me di cuenta de que el viaje iba a ser distinto. Abordamos una lancha y nos fuimos a viajar por “la Venecia Africana”. Aquí una foto de Ganvié.
La razón por la que quiero hablar de Ganvié es porque hoy quiero hablar del futuro, del futuro posible, de la vigencia de los sueños y las utopías. Hoy, el golpe duro de la pandemia nos ha puesto frente a una gigantesca duda común, pretenciosamente diría universal, pero al menos claramente visible en círculos propios y cercanías, y en las populares tendencias de las redes sociales. Hice un ejercicio rápido, para buscar entre mis libros algunos indicios, algunas prefiguraciones del futuro, para ver en donde encontraba algún tipo de alivio, alguna visión creíble y tranquilizante del futuro, imaginado ahora o antes.
Volví sobre varios y me divertí mucho leyendo/releyendo. Aquí va una tablita con algo de lo buscado y, de nuevo, si alguien que lea este envío quisiera agregar o proponer otra lectura, bienvenida sea.
El Congreso de Futurología de Stanislaw Lem. Se trata de una persona que ha hibernado y despierta en el 2039 (ya casi). Se encuentra en un mundo donde imperan la paz y el bienestar. El congreso sucede en Costarricania, con una semejanza tan brutal con Costa Rica, que uno tiende a pensar que en verdad Lem viajó al futuro.
La máquina del tiempo de H.G. Wells, lo pensé de primero, pero es muy obvio. Ya sabíamos de la distopía, desde la época en que Wells nos hizo pasar con rudeza por esos futuros deslumbrantes y tristes.
En la sombra de los tiempos de Ignati N. Potapenko. De la colección de pioneros de la ciencia ficción rusa. Escrita en 1912 y ubicada en 2912. Un cuento sobre un futuro lejano, lleno de tecnología asombrosa, que hace pensar más en “El príncipe y el mendigo” de Mark Twain.
Decidí parar aquí, porque en la literatura sobre el futuro no logré encontrar un mensaje esperanzador ni tranquilizante. Pensé también en la música y, claro, imposible no visitar Imagine de John Lennon :
Imagine there's no countries
It isn't hard to do
Nothing to kill or die for
And no religion, too
y lo mejor de esa búsqueda: 22nd Century de Nina Simone:
Tomorrow will be the 22nd century
It will be, it will be, it will be
It will be
Liberation of animals
Prevention of cruelty to animals
Man and beast, flying and on flying
Flying things, revolution of music
Poetry, love and lives
Sex changing, changing, changing
Man is woman, woman is man
Even your brain is not your brain
Mañana será el siglo 22
Lo será, lo será, lo será,
liberación de animales
Prevención de la crueldad con los animales.
Hombre y bestia, volando y sobre volando
Cosas voladoras, revolución de la música
Poesía, amor y vida.
Cambio de sexo, cambio, cambio
El hombre es mujer, la mujer es hombre
Incluso tu cerebro no es tu cerebro
Aquí la canción
Esta búsqueda, al menos entre mis recursos, me mostró una mezcla de predicciones que en general acorralan la esperanza, la retienen, tal vez por miedo a la utopía, a la ilusión ingenua. No lo sé. Entonces me fui a buscar en nuestro hoy, en las cosas que hacemos, en el presente bueno que no es sino la capa tenue de todo lo hecho, de lo comprometido. Y por eso recordé Ganvié .
Cuando llegué a esta comunidad, una ciudad completamente construida dentro del lago, que realiza su vida en el agua, que mantiene balances entre lo que la naturaleza ofrece y lo que la comunidad necesita, me di cuenta de que tenía frente mi un ejemplo, casi desconocido, de que ese balance es posible. Que sí existe una forma de organización social con capacidad de decidir y de actuar en equilibrio. Las grandes palabras que ponemos como objetivos, como visiones de un futuro del cual mucho dudamos, ahí se constituyeron, se convirtieron en una realidad: sostenibilidad, resiliencia, equilibrio ecológico, uso adecuado de los recursos, respeto a lo natural, contemplación de lo bello y necesario.
La comunidad de Ganvié en Benín tiene miles de retos, para mantener eso que han logrado, para mantener el equilibrio que no es fácil. Pero hoy, que tanto cuesta creer y mirar al frente, escojo mirar hacia el otro lado del Atlántico, para buscar la brújula y el sextante en el origen, para encontrar el mapa de la esperanza, las coordenadas de la utopía, para decir sí se puede cambiar, porque ya lo hemos hecho.
Apariciones
Hoy las apariciones están relacionadas con el texto que comparto. Porque sí que se encuentran voces que nos invitan a pensar con el corazón tranquilo y la conciencia determinada.
Salvación de Carlos Francisco Echeverría.
Terminé hoy este libro de Carlos Echeverría. Lo que más me gustó de su planteamiento es el mensaje directo a todas las personas, a cada quien desde donde esté. En estos tiempos en que nos hemos vuelto espectadores y jueces, que pretendemos señalar hacia afuera trasladando siempre la culpa a alguien más, olvidamos que por cada dedo apuntando a alguien, tres nos apuntan a nosotros. No se trata de liberarle carga de responsabilidad a quien la tiene, sino que se trata de hacerlo desde la acción y no solo desde la comodidad de la red social, de la tertulia con voz elevada.
Carlos propone, en cada capítulo, en cada enfoque. Buscó, para poder demostrar que siempre hay un lugar, una estrategia, una lucha por dar desde lo personal. Luchas que suman, como la canción que decía:
que una gota con ser poco, con otra se hace aguacero. (D. Viglietti)
Vienen ya - de Guardabarranco.
Siempre vuelvo a esta canción y a la voz dulce y fuerte de Kattia Cardenal. El dúo Guardabarranco que aportó música de calidad, belleza y sensibilidad.
Vienen ya días de amar la casa que habitas
Días de amar la tierra vegetal, flor y animal
Vienen ya ríos con aguas sin envenenar
Agua que beben los que tienen sed
igual que usted
Finalmente, cierro con la mejor imagen que se me puede ocurrir. Mi hija Eva, soñadora, forjadora. Eva cantando por el presente y el futuro. Con inspiraciones así, no dudo de que lo lograremos.
Me despido desde una fría tarde del verano centroamericano. Con agua de pipa y dátiles, mientras decido cuál película ver (estoy metidísimo con Fritz Lang).
¡el mono blanco corriendo en la misma dirección! al final, no somos tan distintos.
Esa cancion de Guardabarranco es de mis favoritas. La version de Guadalupe Urbina es tambien muy bella. Que linda Eva, de veras que en cada uno de nosotros podrá estar la semilla para el cambio, pero cuan más fácil es identificarla en la niñez.