Mudar el corazón y las coordenadas
Hoy, mi casa está vacía. Queda una mesa, una cama que no es mía y una cafetera rota, que bien sigue haciendo buen café.
Mudar la piel. Mudar el corazón y las coordenadas. Ejercer el movimiento que al inicio se celebra con gatear y dar un paso, cuando uno no es más que una tierna colección de huesos y conexiones neurológicas, músculos y risas. Poco a poco, el cuerpo que se muda, que viene y se va, lleva consigo una casa de experiencia, de vida, de cosas (chunches, diríamos en Costa Rica), que varían en su proporción dependiendo del momento de la vida en que la mudanza ocurre.
Hoy, mi casa está vacía. Queda una mesa, una cama que no es mía y una cafetera rota, que bien sigue haciendo buen café. En la secuencia de cambios de casa, no sé qué número es esta, pero puedo decir que hay cosas que se viven como la primera vez: desarmar un orden de la existencia, que puede ser grande o pequeño; la picazón en la piel por el nuevo inicio, la transición de vida en un momento en el que un pie está en un hogar y el otro pie está en otro, uno nuevo que hay que explorar y llenar de vida.
Idas y regresos
Los primeros cambios de casa no los recuerdo. Era muy niño y solo tengo las historias de familia y algunas imágenes muy desconectadas.
Recuerdo una casa con un zaguán muy largo, donde yo iba a buscar a una señora nicaragüense que era nuestra vecina. No sé de espacios ni dimensiones, sé que me encantaba el gallo pinto de la Tencha, sé que hay una única y vieja foto de mi hermano Álvaro y mi hermana Anabelle sentados en un patio con una mata de bananos al fondo.
Recuerdo la casa en el centro de Puriscal, pero no sé por qué nos fuimos para allá. Mi abuelo llegó un día con unos helados que venían en un barquito de plástico. De ahí bajamos al Barrio el Carmen, a una casa que recuerdo mucho más, no solo porque estaba más grande, sino porque esa casa se hundió, enterita, tragada con una quebrada que pasaba por debajo. Esa fue mi primera mudanza atropellada, salir huyendo de la casa que se hundía, sin nada en la mano y ver al día siguiente que ese espacio acogedor se había quedado brutalmente vacío.
De urgencia nos mudamos a una casa muy pequeña al lado de un cafetal. Recuerdo bien varias cosas. Una mesa al fondo con un mantel de plástico a cuadros; el álbum del mundial de México 70, con postales de metal fino, no habían aún de papel. Teníamos la cara de Pelé y éramos felices. Había unas hormigas pequeñas y ácidas, picaban duro y no se veían, eran una tortura invisible. Se llamaban “cuiscanas”.
Llegamos después a la casa definitiva, la que marca el verdadero inicio de mis mudanzas, la que fue puerto de entrada y salida. Al inicio por períodos muy cortos y después por décadas, con la sentencia de nunca más, de límite definitivo, de ruptura de la cuerda umbilical.
De esa casa salí un día, con más dudas que pertenencias.
La ceremonia
Hay muchas razones para mudarse. No hablo de los cambios de dirección, como quien va a la universidad y siempre tiene un cuarto al que volver. Eso es otra cosa. Hablo de lo definitivo, aunque entre la casa vieja y la nueva haya solo un pequeño espacio, unos cuantos edificios o una sucesión espumante de olas y abismos.
¿Qué pasa en nosotros cuando quemamos las naves? Cuando sabemos el camino de ida pero no el de regreso.
A veces celebramos la partida y a veces no. A veces hay alegría y sueños, como faros que iluminan lo que sea que se ponga al frente. A veces es derrota o abandono, a veces huida. De igual forma, casi siempre hay ceremonia.
Recuerdo siempre esta estrofa de Serrat
No es que no vuelva, porque me he olvidado
De tu olor a tomillo y a cocina
De lejos, dicen que se ve más claro
Que no es igual quién anda y quién camina
De ires y venires
Quisiera traer o recordar algunos de esos ires y venires que están en los libros, en las canciones, en el arte. Mi biblioteca ya se fue. Estará quizás en el puerto, o flotando ya por el Caribe, como lo hizo tanta gente en los libros que contiene. Así que no puedo ir a escudriñar ahí. Pero de memoria, propongo estos :
Ires:
La mudanza de Pip, en Grandes Esperanzas: “Allí estaba, lo había dejado todo atrás; mi hogar y amigos, mi infancia y el lugar en el que había crecido, las lágrimas y los besos de Biddy, las oraciones de Joe; todo había quedado muy lejos, y sentí la melancolía de un cambio que no me hacía mejor ni más feliz”,
En Testament Of Youth, un libro apasionante y lleno de esperanza y dolor, Vera Brittain dice: “Sentí una oleada de orgullo mientras desempacaba mis pertenencias y las ordenaba en mi nueva habitación en Somerville. Aquí, al fin, comenzaba la vida que había soñado: una vida de independencia y aprendizaje, muy alejada de la existencia cómoda y sin desafíos de mi hogar.”
Amélie Poulin se muda a París y descubre y comparte los pequeños detalles de la vida, a pesar de la escala apabullante de la ciudad. Es feliz. “Mudarse a Montmartre no fue solo encontrar un lugar donde vivir, fue encontrar un lugar donde soñar”.
En El viaje de Chihiro, la mudanza a la ciudad es detonante y combustible de la bellísima historia.
Venires:
Todos vuelven a la tierra en que nacieron, al reflejo inconfundible de su sol… La preciosa canción de César Miró.
Una película que me causó siempre mucha nostalgia es Beautiful Girls, muy hollywoodense, pero con muchos temas comunes de lo cotidiano. Un personaje, un pianista que no le fue ni bien ni mal, vuelve a su pueblo, donde el mundo pareciera estar patinando en sí mismo.
Y bueno… Volver, con la frente marchita.
Apariciones
La estrategia del caracol
Esta película de Fausto Cabrera es una obra hermosa llena de vida cotidiana, sus dramas y momentos creativos de solidaridad. Muy oportuna para el tema de las mudanzas.
Un grupo de familias que vive en una gran casa (la pajarera) es obligado a desalojar. Sin embargo, no contaban con la fuerza y la determinación de una comunidad unida en el dolor y la desesperación. No contaban con “la estrategia del caracol”.
Ayer se fue…
Y bueno, como ando nostalgioso y cursi, porque de nuevo me echo mi casa al hombro, aquí va este imperdible. Aún antes de salir a patear las calles de la vida, cada vez que escuchaba esta canción pensaba que sería yo quien tomaría sus cosas para ponerse a navegar.
Bueno, este es mi último news desde mi casa en Panamá. Ya vacía, pero llena de huellas y recuerdos.
¡Salud!
Te deseo lo mejor en la siguiente estacion de tu vida. Muchas cosas buenas vendran!