Por el arte que nos da
Caminé por una revolución cromática, por un bosque de gestos, figuras, geometrías y paisajes
Quiubole, ¿cómo anda todo?
Hace unos días estuve en São Paulo, en Brasil, junto con mi editora Julieta Correa, compañera de andanzas y entuertos y caminadora de los senderos del arte. Estábamos para el lanzamiento de mi primer libro en lengua portuguesa. Ahí conocí a mi editora Taina Bispo y compartimos, con mucha intensidad, sobre literatura y vida. El viaje a São Paulo incluyó zambullirse en el arte; pinturas, textiles, video y escultura. Una combinación que para mí mostró que las artes al fin y al cabo residen en el fondo de uno mismo, en la sangre que le recorre, en los sueños.
Hablando de eso, ¿se acuerdan de Los sueños, la película de Akira Kurosawa? En una de sus secciones un pintor entra físicamente en la pintura de Van Gogh. Como en esa maravilla del arte visual y dramático, también caminé por una revolución cromática, por un bosque de gestos, figuras, geometrías y paisajes. Habíamos llegado al MASP, el museo de Arte de São Paulo y el edificio me impresionó desde lejos: una estructura simple, en medio de la populosa, abarrotada, Avenida Paulista. Había todo tipo de movimiento, en aceras y explanadas que daban acceso a una impresionante colección de arte.
Subimos al segundo piso del museo y nos encontramos con Van Gogh, Matisse, Picasso, el Greco, junto con una lista larga de impresionantes artistas brasileños y de otros países. Consagrados universales y obras maestras que, aceptando la arrogancia ignorante, no son tan conocidas.
En el MASP las obras no están colgando de las paredes. No se destacan los marcos poblados de filigranas doradas, ni las hermosas y simples marialuisas destacando la individualidad magra o cósmica de cada obra en el espacio blanco de la pared sin fin. Aquí están en una especie de caballete, puestos en hileras, como quien hace una fila en una estación, en una clínica pública de salud o en un estadio. Los nombres y las explicaciones están detrás. Primero ves la obra, luego se le identifica.
Al día siguiente estuvimos en la Pinacoteca del Estado de São Paulo. Un edificio hermoso, de otro tiempo. A su lado un parque llenísimo de verde y de ambiente tropical. La Pinacoteca tenía tres niveles o espacios: contemporáneo, luz y estación. Por último, la Bienal de São Paulo, en un espacio enorme, riquísimamente variado.
Lo maravilloso al alcance de los ojos
El amarillo amado de Van Gogh, sus figuras recortadas con el filo burdo de la naturaleza humana. Dan ganas de entrar, como en el cuadro de la película de Kurosawa, armado de graznidos, colores y palabras. Me encantó que las pinturas estuvieran mezcladas, casi podría decir desorganizadas, de pronto Matisse o Manet, de pronto una escena de la cultura afroamericana influida por dioses y diosas yorubas. Recordé aquello que dijo alguna vez Alejo Carpentier sobre el surrealismo en Europa y en América -la nuestra, la que va de polo a polo. Hablaba de la forma en que los colores, la geometría y la disposición en nuestras tierras es de por sí mezclado, superpuesto, superpoblado. Como el árbol que, además de su identidad de planta con corteza dura, es un continente, un bosque en su propia individualidad: poblado de líquenes, insectos, reptiles, pájaros, mariposas, millares de tonalidades de verde, rojo y quizás también de azul.
En este desenfreno de los corredores vivos de la Bienal, aparecieron también las pinturas de Wilfredo Lam, creador y representador de las formas para muchos indescifrables de la naturaleza tropical. Entre tantos otros que necesitarían semanas de contemplación sin preguntas. São Paulo está lleno de sorpresas.
En la fábrica del mundo, alucinante China
Imaginemos estar en el lugar en el que se fabrica todo. Todo. Lo que para alguien será único, exclusivo, o del montón barato y accesible, aquí es un elemento más de la cadena que actúa impulsada por la pequeñez de la vida, por las historias mínimas de miles y miles que operan un aparato de dimensiones astronómicas. Una pareja que se encuentra en los pasillos de la fábrica, un grupo de obreros y obreras que salen a tomar el sol en una pausa que retrasa en dos minutos el flujo de bombillos incandescentes, motores de avión o de transatlánticos.
La obra del artista Cao Fei golpea los sentidos, quita la respiración, en un ambiente muchas veces de claroscuro, pintado a fuerza de gradualmente despigmentar a quienes estamos ahí, y que vemos poco a poco cómo la ropa, la respiración y el tiempo se van convirtiendo en ese monstruo gris hambriento. Sobre la experiencia de este mundo extraño, como al otro lado del espejo, se puede ver uno mismo, transitando los corredores de lo irrelevante, de lo que está desconectado.
La muestra de este artista chino se llama El Futuro no es un Sueño. No sé si quería decir que el futuro no es una pesadilla, pero al fin, en el arte, el artista plantea y quien se pone al frente interpreta, a partir de su propio dolor, su felicidad o su ignorancia.
Abundancia en la Bienal: “ocupar siempre fue un arte”
Una fuerte presencia afro en todas las esquinas, una convocatoria a un Sauna lésbico, la vida triturante grabada en el cuerpo de personas trans, la vida nómada en los desiertos y las comunidades bereberes.
La cocina y los cafés de la Bienal están a cargo de un grupo que ocupó un edificio simbólico de la ciudad, y que ha combinado esa lucha por el espacio urbano y la vivienda con capacidad alucinante de crear, proponer y cuidar, como dicen ellas mismas. La Bienal invitó a este movimiento popular a ocupar también su espacio.
Ocupación 9 de Julho. Un ejemplo extraño de lucha contra la lógica del sistema inmobiliario.
En particular, la Bienal me llegó profundo, aunque fue solo un ratito. Encontré una cineasta que filmó los últimos días de la colonia en Angola, la resistencia y la formación del nuevo estado-nación, al que llegué y con el que trabajé desde sus albores.
Según dicen, más del 80% de las obras escogidas son de artistas “no blancos” y la escogencia no fue hecha por cuotas. Una experiencia maravillosa, caminando el arte por la ciudad de Sao Paulo.
APARICIONES
Celebrando Brasil
Esta bellísima canción de Chico Buarque me hace viajar por ese Brasil en el que trabajé y acumulé vida y experiencia.
Onde o tempo espera
Claro, la razón principal de esta visita en São Paulo fue la presentación de mi libro en portugués, Onde o tempo espera. Ha sido un trabajo muy lindo, muy solidario, con el equipo editorial de Claraboia/Paraquedas, liderado por Tainã Bispo.
Aquí un poema:
Seiva do movimento
Ritmo de baobás
na rota de Catete árvores
dançando ao compasso de gaivotas penduradas
Uma floresta de baobás
é um concerto na beira
das pedras postergadas
um balé congelado
nos aluviões centenários
da África Austral
na fissura deixada pelos continentes
lá no oceano forjador
de magma e trilobitas
Uma floresta de baobás
é um balanço de ritidomas
uma torrente de seiva que passa pelas veias
das estátuas.
Via de Catete, Luanda, Angola, 2007.
Onde o tempo espera, lanzamiento en São Paulo. Aquí con mis editoras Julieta Correa y Tainã Bispo. Imprescindibles.