Se escuchaba el ronroneo de muchas plantas eléctricas
Tiene el corazón tan grande que dios necesitó fabricar un cuerpo también grande para acomodar ese corazón suyo
Quiúbole, ¿Cómo vamos? Los días no cesan de ser extraños y el tiempo que vivimos parece no querer darse la vuelta. Pero aquí estamos!
Una querida amiga nicaragüense publicó una historia en Facebook donde recordaba que hace 38 años murió Julio Cortázar. Julio, el querido Julio. Sandra recordó el momento con la publicación de la portada de uno de sus libros más entrañables para mí: “Nicaragua, tan violentamente dulce”. Y, como en un flashback, me remonté a hace varias décadas, un día que estaba en una casa, donde me iba a quedar, en Managua.
Nunca he logrado recordar aquel barrio cruzado por una gran carretera. Posiblemente la vía que llevaba a León, la segunda ciudad de Nicaragua. Era una casa grande, con una fuente a la entrada. Parecía salida de una película europea o de una historia del oeste estadounidense, en la que aparecían grandes haciendas modernas, con fuentes refrescando el paisaje yermo. La señora que nos daba albergue era una mujer muy dulce, de unos cuarenta años. Tenía un hablar pausado y de registro fajo, pero también firme y claro. Caía la noche y en la Managua de aquellos años 90, era común que grandes espacios se quedaran sin electricidad. Se escuchaba el ronroneo de muchas plantas eléctricas, y la tarde había tomado un tono cobrizo. Por recomendación de ella me fui a dar una vuelta a una feria ruidosa que se escuchaba al lado del muro que protegía la casa.
Salí a la oscurana, con una pequeña linterna que apenas servía para no caerme. En pocos minutos llegué a la feria o turno, como decimos en Costa Rica. Había muchas lámparas colgando en los pequeños espacios cuadrados donde se apostaban vendedores y pequeñitos restaurantes, muy variados. No compré nada, creo que ni siquiera tenía córdobas, era una época en la que la moneda estaba tan devaluada, que un plato de vigorón costaría varios millones. Se me quedó incrustado el claroscuro, un contraste de colores, o más bien de tonos, del que hablo siempre. Me recuerda los cuadros de Goya o de El Greco. En este caso, los tonos eran similares, pero la escena era diferente, con gente sonriendo, bebiendo cerveza Victoria y ron plata.
Luego de una caminata, y de varias conversaciones con la gente que se sentaba en los puestos de comida o que se apostaba en los juegos típicos de la feria, decidí volver a la casa. Lídice había cocinado y me senté a comer con hambre. Aquí está tu cuarto, me dijo.
Me fui a acostar, a la luz melancólica de una candela. Al lado de la cama, en la veladora, había una jarra de agua y un libro. Evidentemente lo tomé para leerlo, aunque fuera solo por esa noche. Cuando lo abrí me llevé una gran sorpresa. Era Rayuela, de Julio Cortázar. Sentí un gran cariño por el viejo libro que tanto me sorprendió y que me había llevado por un carrusel, como en la feria de la que venía llegando. Pero la sorpresa iba a ser mayor. El libro tenía la firma de Julio.
Creo que nunca en la vida me he enfrentado a un deseo tan violento de robar. Mañana saldré temprano y esta señora no sabe ni cómo me llamo. Eso pensaba, mientras leía y acariciaba el libro. Con mucha duda y casi ninguna convicción me quedé dormido. Al día siguiente, más tranquilo, dejé el libro en el velador y me alisté para salir. Afuera estaba Lídice, quien se había levantado muy temprano y había preparado un desayuno para mí. Tortillas con queso y café Presto.
-Esa edición de Rayuela… está autografiada.
-Claro -me dijo con una enorme y bella sonrisa- es que ese era el cuarto de Julio.
La sensación fue sísmica. Había dormido en la cama de Julio Cortázar, y había leído la versión de Rayuela que le firmó y regaló a su entrañable amiga nicaragüense. Él, quien tantísimo amó ese país.
Frases sobre Cortázar de “Queremos tanto a Julio”:
Tiene el corazón tan grande que dios necesitó fabricar un cuerpo también grande para acomodar ese corazón suyo. Juan Rulfo.
No caso, a escrita é posta a serviço do humanismo, da ruptura com a realidade injusta para a transformação da sociedade. Jorge Amado.
¿Dónde quedó tu Buenos Aires? ¿Dónde comenzó tu Paris? ¿Cuándo cantaba la una en busca de la otra? ¿Cómo respiraste entre los bosques y las calles para honrar así a tu Argentina amada? Margareth Randall.
Literatura y música argentina en los tiempos de la forja
En mi biblioteca, desde muy temprano, la literatura argentina emergió. Sin duda, la fuerza de Rayuela generó un espacio gigantesco en el que aparecieron libros, historias y casualidades. Hay tantas anécdotas que podría contar, pero quisiera concentrarme hoy en algunas cosas.
La lectura de Rayuela, en una edición de la editorial Bruguera que ya casi no tiene una hoja pegada al lomo, me abrió la puerta del Cono Sur, por donde entraría mucho Julio y con él la sorpresa de la creación apabullante, donde lo más simple sorprende y esconde monstruos o flores, agujeros para viajar por el tiempo y los sueños. Llegó la poesía de Alfonsina Storni, de María Elena Walsh, su música y vida. Y llegó también la realidad mágica y a veces brutal de Haroldo Conti.
Eduardo Falú y Mercedes hicieron un aporte fundamental a la comprensión del mundo, la política y la naturaleza. Falú escribió “Juanito Laguna se salva de la inundación” y Mercedes Sosa la cantó de una forma que aún hoy conmueve. El primer artículo que escribí en mi vida, sobre riesgo de desastres, se llama justamente como esta canción.
El islero siente resignadamente
Que su pobre vida
Queda acorralada como su ranchada
Sobre un albardón
Su suerte está echada en esta anegada
Soledad perdida
Lenguaje, acentos y las cosas que nos unen
América Latina está llena de gente que escribe y canta. Sus voces, escritas o tonales, han llenado nuestra historia general y nuestra vida, la pequeñita, la de cada uno.
El otro día hablaba con Juli Correa sobre música y acentos. Le contaba cómo me sorprendió la primera vez que escuché a Mercedes Sosa cantar “al Jardín de República”. Aquellas erres salían frotadas entre los dientes igual, o casi igual, que como lo hacemos en Costa Rica. No he logrado encontrar alguna explicación a esa casualidad geográfica, porque esa pronunciación de la erre tica no aparece en los países centroamericanos, pero sí muy parecida en Tucumán en Argentina y Asunción, en Paraguay. Cafrune, cantando Balderrama, Dávalos cantando “mojada de luz… en mi guitarra nochera”. Música que es nostalgia, porque es visita a la esencia de los recuerdos. Recuerdos que ni siquiera tienen que haber sido vividos.
El destino trashumante me llevó por muchos países del mundo, por todos los de América Latina, y aquello fue un transcurrir por pueblos y ciudades, pero también por expresiones de culturas tan distintas y tan cercanas. Encontré la erre boliviana, o paceña, que sale como un silbido y le da una música distinta al habla que resuena en el altiplano; en Paraguay y Sao Paulo hay sonidos semejantes, pero la consonante vibra más y las palabras parecen onomatopeyas.
Una amiga argentina me pasó hace un tiempo una canción que mueve las fibras, porque desintegra el tiempo y la distancia, y combina tonalidades y lenguajes que son comunes al sentimiento. No importan las palabras, las acepciones o las variaciones en el ritmo. No la voy a transcribir, les invito a escuchar:
La que sigue es una canción muy conocida, que llegó por nuestras tierras hace mucho tiempo. Esta versión es muy hermosa. Al margen de semejanzas y diferencias de la lengua y el habla.
Apariciones:
“Territorios” de Julio Cortázar
En el texto que se llama “Traslado”, Cortázar cita un poema indio donde dice:
En el momento en que se perciben dos cosas, tomando conciencia del intervalo entre ellas, hay que ahincarse en ese intervalo. Si se eliminan simultáneamente las dos cosas, entonces, en ese intervalo, resplandece la Realidad”.
Si el poeta eres tú.
Una de las grandes sorpresas en este álbum/homenaje a Pablo Milanés, es escuchar a Julio Cortázar recitando un poema, como introducción a “Si el poeta eres tú”. Una joya.
Por último, aquí está el poema de Cortázar sobre Managua
Bueno, me despido una vez más. Ya es domingo y la mañana está llena de luz. El café, como siempre acompañando.